En educación, todos los caminos tienen que ser recorridos en los dos sentidos que conectan a las personas.
A veces me cuesta explicar la diferencia entre dirección y sentido en mis clases. Entiéndeme: La dirección es la línea que une dos puntos y el sentido es el recorrido que elegimos hacer para ir de uno a otro.
La convivencia diaria produce uniones que siempre van de una persona a otra. No es importante su duración en el tiempo, sabemos que hay encuentros muy cortos que marcan una vida. Pocos sitios hay que sean capaces de crear interacciones tan diversas, intensas y significativas como las que aparecen en los colegios. Esto convierte la labor educativa no solo en un derecho, es la obligación de garantizar que todos los niños, niñas y jóvenes tengan acceso a la educación, pero no a cualquier educación sino a una educación de calidad con igualdad de oportunidades, justa y equitativa para todos y para todas (Ainscow, Booth y Dyson, 2006; Echeita y Duk, 2008)
Nuestros colegios reproducen los contextos sociales en los que están inmersos, pero tienen el objetivo de mejorarlos. No es suficiente que funcione la inclusión en nuestras aulas y patios, el objetivo es crear espacios donde todos puedan vivir con los demás y ser útiles para ellos. Os hablaba de la dirección que conecta dos personas y que podemos recorrer en los dos sentidos para llegar al otro o para dejar que el otro me llegue a mi.
En nuestro colegio de Madrid respondimos a la necesidad del barrio de Chamartín de atender alumnos con trastorno general del desarrollo. Lo que empezó con tres alumnos con trastorno en el espectro autista es ahora una apuesta renovadora en nuestros pasillos. Este curso hemos abierto la tercera aula TGD, y tres especialistas en Audición en lenguaje y tres Técnicas de Integración social coordinan al claustro de profesores en el trabajo diario para que estos alumnos accedan al contexto social en el que van a vivir. Más allá de las características que día a día se trabajan con ellos, cada uno es diferente (ausencia de lenguaje, hiperactividad, ecolalias…), importa que entendamos que su dificultad de comunicación no significa que no sientan y que no sean conscientes de lo que ocurre alrededor. Que el niño quiera participar del juego de sus iguales y no sepa cómo hacerlo, por ejemplo, exige un trabajo más importante que aprender las vocales o los números. Es un trabajo largo donde unos y otros tienen que encontrar la manera de entenderse.
Nada en en el colegio me daba tanta alegría como cuando Álvaro, que ya lleva tres años con nosotros en un aula TGD, se paraba y me miraba un momento hasta que en el recreo otros niños se acercaron a él, le cogieron de la mano y le dejaron llevarles a saltar al rincón del patio donde se siente seguro. Recorrían la misma línea que les unía, pero cada uno en el sentido que les llevaba al otro.
La escuela inclusiva debe modificar su estructura y ofrecer a todos las oportunidades educativas y ayudas que garanticen el desarrollo personal autónomo y su avance académico. La inclusión es todo lo opuesto a la uniformidad. Ofrece el reto de crear contenidos a partir de las diferencias y los puntos comunes.
Son muy importantes los espacios participativos donde el valor fundamental sea el interés por la convivencia, la comunicación, el interés por aprender y relacionarse. Para desarrollar las competencias asociadas a todo esto, los grupos cooperativos, la docencia compartida en el aula, el trabajo colaborativo, los grupos interactivos, la tutoría entre iguales y el trabajo por proyectos serán prácticas necesarias y eficaces.
A finales del curso pasado el colegio Maria Corredentora nos ofreció poner en marcha una experiencia nueva: un aula estable en nuestro colegio. Un aula estable es un Programa Profesional de estudios administrativos (Formación Profesional) en el que sus alumnos y profesores trabajan en un aula de nuestro colegio. Comparten con el resto de alumnos en los espacios comunes, patios y comedor. Asisten a las clases de religión, educación física y a lastutorías.
En nuestras aulas cabemos todos, con todas nuestras luces y con todas nuestras sombras. Escuchamos todas las voces de nuestro alumnado, dejamos que sean un poco más ruidosas y reconocemos y valoramos la identidad de cada chica y chico.
Los alumnos de María Corredentora/Claret se encargan de hacernos fotocopias y nos ayudan a encuadernar y a digitalizar documentos. Ignacio es uno de ellos y también forma parte del equipo de mediación del Claret. Él Sabe que me gustan mucho los cómics y, a veces, cuando baja a secretaría a por sus tareas, viene al despacho para que le cuente algo sobre mis tebeos. Se retrasa y llega tarde a clase por mi culpa y yo, consciente de mi error, recibo cariacontecido la regañina de sus profesoras, pero creo que me voy a volver a equivocar encantado. Ir del uno al otro nos enseña que hay direcciones que, si no se recorren en los dos sentidos, no llevan a ninguna parte.
José Ignacio Jiménez Ortega - Director - Coordinador del colegio Claret de Madrid